sábado, 9 de noviembre de 2013

CÓMO AFRONTAR UNA SEPARACIÓN


Tal como hemos ido comentado, no es posible plantear unas orientaciones generales que nos sirvan para todas las familias, todos los procesos de separación y que obedezcan a las diferentes realidades de cada pareja e hijos. Cada caso requerirá la aplicación de unas u otras estrategias en función de todas las variables existentes. En muchas ocasiones, deberá ser el profesional de la psicología el que sirva de punto de referencia para mediar en todo el proceso. A partir de aquí intentaremos aportar algunos de los puntos básicos que deberemos tener en cuenta para minimizar los riesgos en el sufrimiento de nuestros hijos y el propio cuando se produce la separación.

Toda separación supone un proceso de duelo, de readaptación a nuevas circunstancias vitales. No obstante, los más pequeños son las víctimas más propicias. A la poca comprensión de lo que sucede se les une, en muchas ocasiones, las constantes batallas legales por la custodia de los hijos con cambios constantes de domicilio (según régimen de visitas) y en los que el niño se convierte en una especie de paquete que viaja de un lado a otro. Es el perfecto escenario para menoscabar su seguridad emocional y que empiecen a aflorar todos los síntomas de una vinculación insegura.

Es básico que independientemente de las diferencias que como adultos tengan, los padres sepan ofrecer al niño un marco único, un mensaje claro de que siguen siendo lo más importante para ellos. Que pese a no vivir juntos estarán unidos en sus necesidades y proyectos y que incondicionalmente estarán a su disposición. 

En niños de 2 a 5 años es fundamental, tras la separación, que en la medida de lo posible introducir los menos cambios posibles (visitas, escuela, casa, etc.) al menos de entrada. Los pequeños necesitan reforzar su vinculación con la principal figura de referencia (normalmente la madre) tras la separación y la partida de uno de los progenitores. Ello es debido a la necesidad de compensar una situación que no comprenden pero que la viven con angustia (en especial si han presenciado discusiones acaloradas, insultos o malos tratos). 

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