Contrariamente a lo que puede parecer, los bebés recién nacidos son criaturas muy rítmicas. Su reloj biológico es, evidentemente, diferente al de los adultos, pero variará progresivamente hasta sincronizarse con el nuestro, asumiendo el ciclo diurno-nocturno de 24 horas. En inicio, los ciclos de sueño y vigilia se pueden ir alternando cada 3 o 4 horas coincidiendo con las diferentes tomas de alimento. Los periodos de sueño se hacen paulatinamente más largos por la noche y a partir de las 5 o 6 semanas, ya se han conseguido sueños con sólo uno o dos despertares nocturnos. Hacia las 12 o 16 semanas, la pauta de dormir más seguido por la noche puede estar establecida en condiciones normales. Hacia el final del primer año, la mayoría no pasa de dos sueños al día. La cantidad total de sueño varía de un bebé a otro. Algunos duermen apenas diez u once horas, mientras otros lo hacen quince o dieciséis. Poco podemos hacer si nuestro bebé es de los que tienen tendencia a desvelarse a la más mínima y no porque algo vaya mal. Cada niño sigue su propio patrón.
Así como el recién nacido suelen dormir en cualquier lugar, a partir de los 3 o 4 meses es conveniente que se habitúen a quedarse dormidos en su cama y sin compañía (salvo circunstancias especiales).
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