Se entiende por período neonatal aquel que comprende los 30 primeros días después del nacimiento. Durante la mayor parte de la historia de la psicología Infantil, se ha considerado que el recién nacido es una criatura básicamente pasiva y desamparada cuya actividad era esencialmente casual. Ciertamente el recién nacido no está tan organizado como un niño de dos años pero su conducta dista mucho de ser fortuita o desorganizada. El neonato posee ritmos naturales de actividad que generan pautas de sueño y vigilia, comida y movimiento. Además, está dotado con muchas reacciones reflejas a la estimulación externa. También posee algunas pautas organizadas de conducta para investigar y controlar el entorno a través de la mirada, la succión y el llanto.
Estudios más recientes señalan que sus capacidades sensoriales están especialmente dotadas para todo aquello que se relaciona con la interacción social. El bebé es capaz de fijarse en un objeto en movimiento y seguirlo hasta 180º en sentido horizontal y vertical, así como también discriminar entre diferentes estímulos cromáticos (teniendo en cuenta que su visión óptima es de unos 20-30 cm; los objetos presentados más lejos son aún borrosos para él). Las respuestas a los estímulos auditivos son de las primeras en aparecer. El oído es ya funcional desde la vida intrauterina. A las 24 semanas de gestación el feto ya responde delante estímulos provenientes del exterior, así como estímulos internos como el producido por el latido del corazón materno. Está también comprobado las capacidades gustativas del recién nacido en el sentido de discriminar gustos. Así prefiere el dulce al salado. Respecto al olfato, no tan sólo se ha verificado que son capaces de discriminar entre diferentes tipos de aromas sino que, incluso recuerdan experiencias olfativas previas.
Por todo lo expuesto, se considera que la observación de la conducta espontánea del recién nacido es la base de un tipo de técnicas muy sensibles para la evaluación del desarrollo neuroconductual del bebé desde el inicio de la vida. La evaluación psicológica del niño en sus primeras etapas del desarrollo ofrece la oportunidad de detectar alteraciones del desarrollo en el momento preciso, para poder prevenir futuros trastornos, al tiempo que nos permite estudiar la evolución de las pautas consideradas normales.
Para la evaluación sistemática del bebé desde los primeros días disponemos de instrumentos como la Escala de Brazelton o las Escalas Bayley (B.S.I.D.) aplicables hasta los dos años y medio.
Fuente: http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/elneonato/index.php
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